miércoles, 9 de octubre de 2013

SIETE RESPUESTAS A SIETE PREGUNTAS


La entrevista se concedió a propósito de la publicación de Libro ciudad (que había merecido el XXIII Premio Vicente Gaos de Poesía, en Valencia) por la prestigiada editorial sevillana Renacimiento, y vino a coincidir en fechas con la presentación del volumen en el Museo Ramón Gaya, acto para el que conté con los apoyos de Soren Peñalver y de Javier Orrico (fue, y así lo dije al abrigo de sonrisas cómplices, como estar sentado por primera y última vez entre Grecia y Roma, respectivamente). Alguien me hizo llegar las preguntas a través de mi recentísimo correo electrónico, y yo me tomé un par de días para satisfacer cada respuesta limitándola a la extensión aproximada que se me había indicado. Luego, cuando acaricié el papel con la entrevista impresa, supe por la firma que la periodista en fase de prácticas se llamaba Susana Amores y utilizaba el siguiente titular de reclamo: “Presumo de no tener, por ahora, débito personal con ningún mandarín de la cultura”. Y ahí sigo, por ahora, cual náufrago letraherido en las antípodas del compadreo que algún otro escribidor, huérfano de escrúpulos, atisba y merodea y cultiva en la provincia.


Nueva Línea, Murcia, 5 de julio de 2006


PREGUNTA: ¿Cómo se compatibiliza la enseñanza con la creación literaria?
RESPUESTA: Compatibilizar la creación, del signo que esta sea, siempre es difícil, porque implica sacrificios y renuncias, y porque la propia naturaleza del ser creador necesita vivir instalada permanentemente en un ámbito propicio, de expectación exclusiva. La enseñanza de la Lengua y la Literatura es quizás la opción menos mala, pues permite el contacto con personas que todavía están descubriendo el mundo y las palabras que lo nombran con una inocencia gemela a la del artista. Parafraseando a un personaje, también profesor, de Coetzee, digamos que la enseñanza es un medio de ganarme la vida, y que con ella aprendo la virtud de la humildad, porque me ayuda a comprender cuál es mi lugar en el mundo.

P: ¿Es verdad, como se dice, que ya no se puede dar clase en los institutos por el gamberrismo que hay dentro y fuera de las aulas?
R: El clima social de los institutos se ha deteriorado mucho, y la culpa es de todos, incluidos los que en apariencia nada tienen que ver con los institutos. La condescendencia de las familias, los palos de ciego en las sucesivas leyes educativas, el entorno socio-económico basado en la facilidad, los roles imitados de esos falsos triunfadores del deporte o de la música o de cualquier otra parcela... todos son factores que determinan situaciones realmente insostenibles. Creo que alumnos y profesores somos las primeras víctimas de un sistema que no funciona, donde impera la frivolidad y la apatía; pero las familias y después la sociedad serán quienes sufran en el futuro inmediato esa carencia esencial que, repito, tiene que ver con todos.

P: Haga de crítico de su propia obra y dígame qué clase de escritor es usted.
R: Hablar de la propia obra es un acto de orgullo encubierto que, por eso mismo, resulta excitante para el artista. Al final, lo que importa de uno son sus obras, así que cuando hablo de mis obras estoy hablando de mí, y esto me lleva a intentar conciliar el orgullo con la humildad (extraña aleación que debo a la herencia de mis padres). Por eso procuro ser un escritor honesto, coherente con ese destino que arranca de las raíces, y en consecuencia comprometido con la verdad esencial de lo que hago, sin concesiones a la facilidad o a los moldes más actuales y aceptados. Soy muy perfeccionista y al propio tiempo nada conformista, y quizás por eso mis cuatro libros de poesía (y el quinto y el sexto, inéditos) han tirado por caminos tan distintos para desembocar en ese yo poliédrico que los hermana sin remedio.

P: ¿Se acabó aquello de que la poesía es un arma cargada de futuro?
R: Mientras haya un ser humano sobre la tierra, la poesía seguirá siendo un arma cargada de futuro. No porque quiera restaurar el romanticismo belicoso de ese verso de Celaya, sino porque el uso de las palabras para decirnos lo que somos y lo que queremos ser, lo que nos une, lo que sentimos, lo que pensamos, lo que ignoramos... todo eso, forma parte del barro que nos hace personas, y es algo a lo que no podremos renunciar. Estoy convencido de que el mundo sería mejor si el mundo escribiera y leyera más poesía; este es el argumento más optimista que conozco para seguir creyendo en el futuro de la poesía como arma.

P: Dígame el nombre de dos o tres escritores de esta tierra que merezcan ser leídos.
R: Hay varios escritores en esta tierra que merecen ser leídos; hablo de los que siguen vivos. Dar dos o tres nombres sería injusto, porque quedarían fuera de nómina otros dos o tres (no más, en mi modesta opinión). Lo grave de la situación, de puertas adentro, es que no se sabe por qué hay algunos nombres que, sin más talento que su obcecación, estorban publicitariamente a esa media docena que sí que lo tiene (hablo del talento), y que afortunadamente persiste en él a pesar de los favoritismos provincianos, que los hay, y que huelen muy pero que muy mal. En esta tierra se ejercen los cargos y los oficios con un personalismo excesivo, y es en este punto donde afloran los celos, las envidias, las navajas traperas y los bandos literarios. Yo presumo de independencia, de no tener, por ahora, débito personal con ningún mandarín de la cultura, y así espero seguir por mucho tiempo.

P: ¿Sánchez Bautista o Sánchez Rosillo, Pérez Reverte o Miguel Espinosa?
R: La pregunta, con perdón, está mal formulada, porque Bautista y Rosillo no son dos poetas cuyos estilos y estéticas puedan oponerse según un juicio crítico objetivo. Son diferentes hasta el punto de que no cabe comparación posible entre ellos. A Bautista lo he leído poco, pero sus tonos clasicistas me parecen muy dignos de ocupar un lugar fundamental en nuestra historia literaria reciente. De Rosillo lo he leído casi todo, respeto su coherencia poética y lo tengo por un autor de mucha altura en el panorama nacional actual; lo que no significa que le encienda velas, porque sé que mi camino es otro. En cuanto a Reverte y Espinosa... Para mí hay una distancia considerable. Yo a Miguel lo tengo en una estantería junto a Kafka, Pessoa, Borges o Saramago. Y Pérez Reverte está donde tiene que estar.

P: Dígame algo, sólo si le apetece, de la política cultural de la Región de Murcia.
R: Ignoro los recovecos de la política cultural de esta Región, que seguramente los hay (cómo no). Pero, ya lo he dicho, como todo termina siendo un afán personalista, me temo que esa política se traduce en un dispendio de favoritismos y, en nuestro caso, en la triste farsa de la consagración de falsos vates. La política casi siempre se sirve de la cultura, que se deja seducir a cambio de casi nada. Al revés es más difícil: la política nunca se deja seducir por la cultura, porque esta es de naturaleza subversiva, al menos la gran cultura, no esta suerte de folclorismo regionalista que hoy tanto se lleva y se aplaude. Presiento que en materia cultural la actitud más digna de un político sensible sería "no menealla", no meter las narices, dejarla florecer a su aire.

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