La entrevista se concedió a propósito de la publicación de Libro ciudad (que había merecido el XXIII Premio Vicente Gaos de Poesía, en Valencia) por la prestigiada editorial sevillana Renacimiento, y vino a coincidir en fechas con la presentación del volumen en el Museo Ramón Gaya, acto para el que conté con los apoyos de Soren Peñalver y de Javier Orrico (fue, y así lo dije al abrigo de sonrisas cómplices, como estar sentado por primera y última vez entre Grecia y Roma, respectivamente). Alguien me hizo llegar las preguntas a través de mi recentísimo correo electrónico, y yo me tomé un par de días para satisfacer cada respuesta limitándola a la extensión aproximada que se me había indicado. Luego, cuando acaricié el papel con la entrevista impresa, supe por la firma que la periodista en fase de prácticas se llamaba Susana Amores y utilizaba el siguiente titular de reclamo: “Presumo de no tener, por ahora, débito personal con ningún mandarín de la cultura”. Y ahí sigo, por ahora, cual náufrago letraherido en las antípodas del compadreo que algún otro escribidor, huérfano de escrúpulos, atisba y merodea y cultiva en la provincia.
Nueva Línea, Murcia, 5 de julio de 2006
PREGUNTA: ¿Cómo se compatibiliza la enseñanza con la creación literaria?
RESPUESTA: Compatibilizar la creación, del signo que
esta sea, siempre es difícil, porque implica sacrificios y renuncias, y porque
la propia naturaleza del ser creador necesita vivir instalada permanentemente
en un ámbito propicio, de expectación exclusiva. La enseñanza de la Lengua y la Literatura es quizás la
opción menos mala, pues permite el contacto con personas que todavía están
descubriendo el mundo y las palabras que lo nombran con una inocencia gemela a
la del artista. Parafraseando a un personaje, también profesor, de Coetzee,
digamos que la enseñanza es un medio de ganarme la vida, y que con ella aprendo
la virtud de la humildad, porque me ayuda a comprender cuál es mi lugar en el
mundo.
P: ¿Es verdad, como se dice, que ya no se puede dar
clase en los institutos por el gamberrismo que hay dentro y fuera de las aulas?
R: El clima social de los institutos se ha
deteriorado mucho, y la culpa es de todos, incluidos los que en apariencia nada
tienen que ver con los institutos. La condescendencia de las familias, los
palos de ciego en las sucesivas leyes educativas, el entorno socio-económico
basado en la facilidad, los roles imitados de esos falsos triunfadores del
deporte o de la música o de cualquier otra parcela... todos son factores que
determinan situaciones realmente insostenibles. Creo que alumnos y profesores
somos las primeras víctimas de un sistema que no funciona, donde impera la
frivolidad y la apatía; pero las familias y después la sociedad serán quienes
sufran en el futuro inmediato esa carencia esencial que, repito, tiene que ver
con todos.
P: Haga de crítico de su propia obra y dígame qué
clase de escritor es usted.
R: Hablar de la propia obra es un acto de orgullo
encubierto que, por eso mismo, resulta excitante para el artista. Al final, lo
que importa de uno son sus obras, así que cuando hablo de mis obras estoy
hablando de mí, y esto me lleva a intentar conciliar el orgullo con la humildad
(extraña aleación que debo a la herencia de mis padres). Por eso procuro ser un
escritor honesto, coherente con ese destino que arranca de las raíces, y en
consecuencia comprometido con la verdad esencial de lo que hago, sin
concesiones a la facilidad o a los moldes más actuales y aceptados. Soy muy
perfeccionista y al propio tiempo nada conformista, y quizás por eso mis cuatro
libros de poesía (y el quinto y el sexto, inéditos) han tirado por caminos tan
distintos para desembocar en ese yo poliédrico que los hermana sin remedio.
P: ¿Se acabó aquello de que la poesía es un arma
cargada de futuro?
R: Mientras haya un ser humano sobre la tierra, la
poesía seguirá siendo un arma cargada de futuro. No porque quiera restaurar el
romanticismo belicoso de ese verso de Celaya, sino porque el uso de las
palabras para decirnos lo que somos y lo que queremos ser, lo que nos une, lo
que sentimos, lo que pensamos, lo que ignoramos... todo eso, forma parte del
barro que nos hace personas, y es algo a lo que no podremos renunciar. Estoy
convencido de que el mundo sería mejor si el mundo escribiera y leyera más
poesía; este es el argumento más optimista que conozco para seguir creyendo en
el futuro de la poesía como arma.
P: Dígame el nombre de dos o tres escritores de esta
tierra que merezcan ser leídos.
R: Hay varios escritores en esta tierra que merecen
ser leídos; hablo de los que siguen vivos. Dar dos o tres nombres sería
injusto, porque quedarían fuera de nómina otros dos o tres (no más, en mi
modesta opinión). Lo grave de la situación, de puertas adentro, es que no se
sabe por qué hay algunos nombres que, sin más talento que su obcecación,
estorban publicitariamente a esa media docena que sí que lo tiene (hablo del
talento), y que afortunadamente persiste en él a pesar de los favoritismos
provincianos, que los hay, y que huelen muy pero que muy mal. En esta tierra se
ejercen los cargos y los oficios con un personalismo excesivo, y es en este
punto donde afloran los celos, las envidias, las navajas traperas y los bandos
literarios. Yo presumo de independencia, de no tener, por ahora, débito
personal con ningún mandarín de la cultura, y así espero seguir por mucho
tiempo.
P: ¿Sánchez Bautista o Sánchez Rosillo, Pérez Reverte
o Miguel Espinosa?
R: La pregunta, con perdón, está mal formulada,
porque Bautista y Rosillo no son dos poetas cuyos estilos y estéticas puedan
oponerse según un juicio crítico objetivo. Son diferentes hasta el punto de que
no cabe comparación posible entre ellos. A Bautista lo he leído poco, pero sus
tonos clasicistas me parecen muy dignos de ocupar un lugar fundamental en
nuestra historia literaria reciente. De Rosillo lo he leído casi todo, respeto
su coherencia poética y lo tengo por un autor de mucha altura en el panorama
nacional actual; lo que no significa que le encienda velas, porque sé que mi
camino es otro. En cuanto a Reverte y Espinosa... Para mí hay una distancia
considerable. Yo a Miguel lo tengo en una estantería junto a Kafka, Pessoa, Borges
o Saramago. Y Pérez Reverte está donde tiene que estar.
P: Dígame algo, sólo si le apetece, de la política
cultural de la Región
de Murcia.
R: Ignoro los recovecos de la política cultural de
esta Región, que seguramente los hay (cómo no). Pero, ya lo he dicho, como todo
termina siendo un afán personalista, me temo que esa política se traduce en un
dispendio de favoritismos y, en nuestro caso, en la triste farsa de la
consagración de falsos vates. La política casi siempre se sirve de la cultura,
que se deja seducir a cambio de casi nada. Al revés es más difícil: la política
nunca se deja seducir por la cultura, porque esta es de naturaleza subversiva,
al menos la gran cultura, no esta suerte de folclorismo regionalista que hoy
tanto se lleva y se aplaude. Presiento que en materia cultural la actitud más
digna de un político sensible sería "no menealla", no meter las
narices, dejarla florecer a su aire.
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